Este trabajo fue realizado por Martinho Montero Santana para la Biografía de Celso García de la Riega
José-Martinho Montero Santalha (Cerdido, Galiza, 1947). É licenciado em Filosofia e em Teologia, e doutor em Filologia Galego-Portuguesa com uma tese sobre as rimas da poesia trovadoresca galego-portuguesa, que recebeu prémio extraordinário. Realizou os estudos eclesiásticos no Seminário de Mondonhedo, de Filosofia e Teologia nas universidades de S. Tommaso d’Aquino e Gregoriana de Roma, e de Filologia na UNED e na Universidade da Corunha. Exerceu a docência de Teologia na Universidade Gregoriana e no Centro de Estudos Eclesiásticos de Santiago de Compostela, e de Inglês em Ferrol. Na atualidade é professor de Língua e Literatura Galegas na Faculdade de Ciências da Educação da Universidade de Vigo (no campus de Ponte-Vedra). Ademais de numerosos artigos sobre temas preferentemente linguísticos e literários, publicou Directrices para a reintegración lingüística galego-portuguesa (1979), Método prático de língua galego-portuguesa (1983), Carvalho Calero e a sua obra (1993), Proposta Galiza (2002), etc.
Es un trabajo muy interesante y esclarecedor, espero que les guste
La Lengua de Cristóbal Colón
Celso García de la Riega trató también sobre otro aspecto inquietante de la personalidad de Cristóbal Colón: sus usos lingüísticos. Y lo hizo con una actitud prudente y nada dogmática, y con observaciones que, si no siempre resultan admisibles con los conocimientos que hoy tenemos, en buena medida siguen aún teniendo valor por su perspicacia.
El capítulo IV de Colón, español (pp. 33 y siguientes) lleva el bien significativo título de «Indicios lingüísticos», y comienza por notar el hecho sorprendente, que todos los investigadores de la biografía de Colón también ahora resaltan, de que Colón no haya escrito en italiano sino casi siempre en castellano:
“Una de las singularidades más notables que ofrece la personalidad de Colón es la de que ninguno de los documentos escritos de su mano que han llegado a nuestros tiempos aparece redactado en lengua italiana: memoriales, instrucciones, numerosas cartas y papeles íntimos están escritos en castellano, y las notas marginales en sus libros de estudio (Biblioteca Co- lombina de Sevilla), en latín.
Para explicar de alguna manera semejante singularidad, se dice que la educación de Colón en su infancia fue muy superficial, y además que abandonó a su patria en la niñez; explicación sobradamente deleznable, porque, aparte de las altas cualidades de inteligencia y de aplicación que se le han reconocido, debió emplear forzosamente la lengua italiana para los estudios elementales que verificó, si era genovés, antes de los catorce años en que empezó a navegar, y si es cierto que navegó veintitrés años, «sin estar fuera de la mar tiempo que se haya de contar», en barcos genoveses, ya en el comercio, ya al servicio de los príncipes de Anjou; si es cierto que sostuvo continuas relaciones de amistad y trato frecuente con mercaderes y personajes italianos, no es posible admitir que hubiese olvidado la lengua italiana hasta el punto de no poder escribir en este idioma la carta que se dice dirigió al Oficio de San Jorge de Génova” (pp. 33-34).
Y las preguntas que D. Celso formula a este propósito siguen manteniendo toda su fuerza:
“¿Quién, que se halle expatriado, aunque lleve residiendo largo tiempo en el extranjero, al dirigirse por escrito a las autoridades de su pueblo, no lo hace en el idioma patrio? ¿Quién llega a olvidar hasta ese grado el lenguaje que aprendió en el regazo materno? ¿Es posible que Colón no hubiera sentido por la lengua italiana, si ésta hubiera sido la suya, el instintivo afecto que todos los hombres, de todos los países y de todas las épocas, dedicamos al idioma nativo?” (pág. 34).
Muchos años más tarde reconocía aún la fuerza de estos interrogantes escritor y político gallego Salvador de Madariaga en su conocida biografía de Colón (Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón, Buenos Aires, 1940, con varias ediciones posteriores; 5a ed. Espasa-Calpe, Madrid 1992):
“Ésta es la objeción más grave contra la tesis genovesa y por sí sola basta para justificar la existencia de numerosas soluciones alternativas al enigma de Colón; los «genovistas» no han sabido contestarla satisfactoriamente; los más de entre ellos se contentan con saludarla al paso y confesar su incapacidad para resolverla; otros se atreven a indicar que quizá Colón llegase a olvidar su lengua natal en tierras extrañas, explicación que procede precisamente de los que más obstinadamente se empeñan en tener a Christóforo Colombo atado al telar y a la taberna de su padre hasta los veintidós años; como si un lenguaje mamado en la cuna y hablado hasta los veintidós años pudiera borrarse en la memoria y del hábito a los treinta y tres” (pág. 72).
Estudios filológicos sobre la lengua de Colón
El más conocido e importante estudio sobre la lengua de Colón es el publicado por el famoso filólogo hispanista Ramón Ménéndez Pidal (editado en su versión definitiva en 1942: «La lengua de Cristóbal Colón», incluido en su libro La lengua de Cristóbal Colón, el estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI, Buenos Aires / Madrid: Espasa Calpe, “Colección Austral”, vol. núm. 280, con varias ediciones posteriores: la 5a edición es de 1968]).
Y también Menéndez Pidal nota esa misma constatación sorprendente, recordando además el testimonio de varios contemporáneos de Colón que afirmaban que el castellano no era su lengua nativa.
Otro filólogo que más recientemente ha prestado atención al estudio de la lengua de Colón es Juan Gil, que ha reconsiderado y analizado con nuevas informaciones y con su bien probada pericia filológica varios de los viejos problemas del uso lingüís- tico de Colón. Él es el autor del apartado I (pp. VIII-LVII) del «Prólogo» a la edi- ción de los Textos y documentos completos de Colón editados en 1982 por su esposa Consuelo Varela (como ésta advierte en la pág. LXI: “Quiero hacer constar mi es- pecial gratitud a Juan Gil, mi marido, que ha revisado los originales y me ha ayuda- do en todos los problemas filológicos del texto; sin su ayuda este libro no hubiera
sido posible. A él se debe en esta introducción el apartado I y la edición de I y L”).
Galaico-portuguesismos en los escritos de Colón
En general, tanto Menéndez Pidal como Juan Gil descubren en la lengua de Colón abundantes elementos que pueden calificarse como galaico-portuguesismos. Pode- mos enumerar escuetamente los más significativos:
1) Palabras gallego-portuguesas: por ejemplo, boy = castellano ‘buey’, corredío cast. ‘(cabello) liso’, crime = cast. ‘crimen’, curral = cast. ‘corral’, custa = cast. ‘coste’, deter = cast. ‘detener’, falar = cast. ‘hablar’, fame = cast. ‘hambre’, sede = cast. ‘sed’, soma = cast. ‘suma’…
2) La grafía con -m final en vez de -n: por ejemplo, um (por un), una característica gráfica de Colón sobre la que dice Menéndez Pidal: “vm por ‘un’ es la peculiaridad que primero salta a la vista en cualquier autógrafo de Colón” (pág. 37).
3) El uso incorrecto de diptongos gallego-portugueses: por ejemplo, sey (por sé), tesoyrero (por tesorero).
4) El uso erróneo de los diptongos castellanos ie y ue, un punto que resulta aún fuente de dudas para los gallegos y portugueses de hoy. En unos casos, Colón no acierta a usar el diptongo castellano, empleando en su lugar la forma no diptongada: por ejemplo, consinte (por consiente), corda (por cuerda), força (por fuerza, que en el castellano de la época se escribía fuerça), quero (por quiero)… En otros casos Colón intro- duce indebidamente el diptongo, por el conocido fenómeno de “ultracorrección” en que incurren los que dominan imperfectamente un idioma: por ejemplo, depiende (por depende)…
5) La aplicación, a algunos substantivos, del género gramatical que tienen en gallego-portugués, pero que es erróneo en castellano: por ejemplo, el nariz (por la nariz), un señal (por una señal)…
6) Otras formas de origen gallego-portugués que resultan incorrectas en castellano: por ejemplo, el uso del artículo masculino el con el valor del neutro castellano ‘lo’ (neutro); o la forma de demostrativo gallego-portuguesa eses (por esos).
Gallego y portugués
Menéndez Pidal creía que entre todos esos rasgos lingüísticos no los hay característicamente gallegos, sino exclusivamente portugueses: “el dialectalismo colombino es portugués y no gallego” (pág. 15). Y de ahí deducía que Colón debió de aprender castellano en Portugal, y excluía cualquier posibilidad de que Colón fuese gallego.
Sin embargo, la cuestión no es tan simple. La lengua usada en Galicia y en Portugal en tiempos de Colón era substancialmente idéntica. De modo que, basándonos exclusivamente en la lengua de Colón, difícilmente podremos llegar a una conclusión
segura sobre si sus escritos presentan mayor colorido gallego o portugués.
De ello tenemos que concluir que los fenómenos gallego-portugueses de la lengua usada por Colón no serán suficientes para probar su origen gallego (puesto que, prestando atención a ese solo punto, podría ser igualmente portugués). Pero tam- poco podrán servir de argumento, como pretendía Menéndez Pidal, para excluir una posible procedencia gallega. Incluso si se pudiese constatar que, en aquellos puntos en que podía existir alguna leve diferencia lingüística o gráfica entre Galicia y Portugal, Colón prefiere usar formas más característicamente portuguesas, no podemos por eso excluir un origen gallego. La conciencia de la identidad funda- mental de la lengua hace siempre posible para un usuario el empleo de cualquier variante gráfica, morfológica o léxica del mismo sistema lingüístico, y más aún en el caso de Colón, que, como bien se sabe, residió en Portugal varios años. Sucede lo mismo hoy en día: un español que pasa unos años en Argentina o en México es natural que, por ósmosis cultural, acabe acogiendo en sus escritos elementos característicos del habla de estos países.
Y por esto tampoco las diferencias en cuanto a preferencias gráficas que podemos observar entre los documentos gallegos por una parte y los portugueses por otra en la segunda mitad del siglo XV, en el caso de Colón no son determinantes, dado que, por su residencia en Portugal durante varios años, es natural que adoptase los usos gráficos portugueses.
Como advertía el Padre Aureliano Pardo a propósito de todos esos fenómenos gallego-portugueses que hemos enumerado, “lo menos que puede concederse, en buena lógica, es que las palabras gallego-portuguesas puedan llamarse indistintamente galleguismos o portuguesismos. Menéndez Pidal, al calificarlas exclusivamente de portuguesismos, da a entender que desconoce el idioma gallego o que, si lo conoce, prescinde en absoluto de su conocimiento para formular su juicio sobre el lenguaje de Colón” (artículo publicado póstumamente en la revista Vida Gallega en 1961).
Por lo demás, está lejos de ser seguro que Colón haya usado rasgos lingüísticos por- tugueses no existentes en Galicia; al contrario, alguno de sus elementos léxicos pa- rece característico de Galicia. Ejemplos podrían ser fame ‘hambre’, forma tradicional gallega frente a la portuguesa más común fome, o despois ‘después’, que es la forma más tradicional y mas extendida en Galicia, frente a la portuguesa depois; sin embar- go, no puede forzarse este argumento, porque también las formas fame y despois se usaron en Portugal.
¿Dónde aprendió Colón castellano?
Otro enigma sobre la lengua de Colón es que, a pesar de que sus contemporáneos reconocían fácilmente que el castellano no era su lengua nativa, su dominio de esta lengua, descontando los abundantes galaico-portuguesismos, es sorprendentemente
correcto para un extranjero. El mismo D. Celso lo expresó adecuadamente: “es de notar la soltura con que la escribía”.
Y la pregunta que surge es: ¿dónde aprendió Colón el castellano con el sorprenden- te grado de conocimiento que demuestra en sus escritos? Su dominio de la lengua castellana no puede considerarse explicable en un genovés que llegó a Castilla ya adulto y sin haber tenido hasta entonces contacto suficientemente intenso con castellano-hablantes.
Ya hemos visto que Menéndez Pidal quiso explicar este conocimiento del castellano como surgido en la prolongada estancia de Colón en Portugal, creyendo que el primer escrito de Colón en castellano era una glosa o anotación del año 1481 en los márgenes de un libro usado por el descubridor:
“Al querer formarme una idea de la lengua usada por Colón, en los muchos autógrafos que de él se conservan, lo primero que saltó a mi vista fue el hecho inesperado de que el gran descubridor usase el español antes de ir a Castilla. El primer escrito fechado que tenemos de Colón está en español y es de cuatro años antes de que el descubridor entrase en el reino de Fernando e Isabel”. (pág. 9).
Pero el profesor Juan Gil, que estudió con especial cuidado las glosas o anotaciones conservadas en los libros que Colón manejó, afirma que esa anotación, escrita en un castellano plagado de galaico-portuguesismos, no procede del año 1481 cuando Colón se encontraba en Portugal, sino de unos años más tarde, probablemente después de la llegada de Colón a Castilla.
Y es significativa es la opinión del mismo Juan Gil sobre la posibilidad de que Colón aprendiese el castellano en Portugal:
Sobre la posibilidad de que Colón pudiese aprender castellano en Portugal, como pretendía Menéndez Pidal, vemos, pues, que el parecer cualificado del profesor Juan Gil es que “no es creíble”.
Ya antes se había manifestado contra tal idea Salvador de Madariaga en su obra an- tes citada, considerando imposible que un emigrante italiano establecido en Portu- gal pudiese adoptar como lengua propia el castellano, por muy prestigiosa que esta lengua fuese en Lisboa en aquellos tiempos:
“Bien es verdad que el castellano ocupaba entonces en Lisboa una situación muy fuerte; pero de aquí a imaginar que un inmigrante italiano que se instala en Portugal va a aprender el castellano con preferencia al portugués y a hablarlo y escribirlo con exclusión total de
“He aquí un punto de la vida de Colón no suficientemente aclarado, porque no es creíble que un marino, por muchos aires de cortesano que se diese, aprendiera a hablar y a escribir castellano en Portugal: por pura lógica se ha de concluir que la etapa castellano-parlante de Colón, un hombre que debía de tener una facilidad especial para el aprendizaje lingüístico, se abre con su venida a España” (pág. XXII).
la lengua de su país de origen y de la lengua de su país de adopción (pues al casarse se afincó en Portugal) hay un abismo que no es razonable salvar” (5a ed., 1992, pág. 73).
Por cierto que la explicación que el mismo Salvador de Madariaga pretende dar para el conocimiento del castellano por Colón no tiene mayor fundamento que el de la estancia portuguesa de Menéndez Pidal, y el mismo Pidal se encargó de descalificar- la.
Madariaga defiende en su obra el origen judío de Colón, suponiendo que sus ante- pasados eran judíos catalanes o baleares que escaparon a Génova huyendo de la persecución de los judíos en 1391 en el reino de Aragón. Esos antepasados habrían llevado consigo el castellano del siglo XIV (lo que explicaría la extrañeza que sus contemporáneos notaban en el castellano hablado por Colón, ya que “Su lenguaje no era el castellano del siglo XV sino el del XIV, trasplantado a Génova probable- mente hacia 1390”: pág. 80), porque según Madariaga en algunas zonas del territorio lingüístico catalán “ya entonces se hablaba el castellano como lengua predominante”.
Pero esta afirmación de la presencia de la lengua castellana en la zona catalana en el siglo XIV carece de fundamento, y por eso Menéndez Pidal, que conocía bien la historia lingüística de la Península, comenta, quizá no sin cierta ironía:
“No sé de dónde procede esta extraordinaria noticia. Queda, por lo demás, sin explicar el español de Colón, fundamentalmente aportuguesado como el de los portugueses del Cancionero de Resende” (pág. 10, nota 1).
De hecho, en la cuarta edición de su obra, aparecida en 1947, Madariaga reconoce ese error y lo rectifica, aunque sigue manteniendo que los antepasados judíos de Colón hablaban castellano, porque “Los judíos sefardíes expatriados hablaban castellano” (5a ed., pág. 500). Pero también esta nueva afirmación carece de fundamento aplicada judíos de zona catalano-hablante, y más aún en el siglo XIV.
La escritura de Colón
Más reciente es la obra que la profesora norteamericana de literatura Estelle Irizarry (bien conocida en Galicia por sus estudios sobre el escritor gallego Rafael Dieste) publicó sobre la escritura de Colón: El ADN de los escritos de Cristóbal Colón (San Juan de Puerto Rico: Ediciones Puerto, 2009, 300 pp.). Ya hace algunos años (en 1992, con ocasión del quinto centenario de la llegada de Colón a América) la profesora Irizarry publicó un estudio sobre «Cristóbal Colón, escritor», en el que analizaba las cualidades literarias que Colón muestra en sus relatos, especialmente su diario.
En la nueva obra la profesora Irizarry desciende a pormenores de carácter no ya literario sino paleográfico. De algunas comparaciones con otros manuscritos de la época cree poder concluir que el uso que hace Colón de la coma o vírgula con un valor ortográfico variado (de coma, o de punto y coma, o incluso de punto y segui-
do), y el empleo de una barra diagonal, acompañada o no de un punto, con un valor ortográfico similar a la coma actual, son elementos típicos de la escritura de Colón, y vienen a coincidir con características gráficas de la zona de habla catalana, y especialmente de Ibiza.
Podemos resumir sus conclusiones con palabras de Nito Verdera (en su artículo «El origen geocultural de Cristóbal Colón», accesible en http://www.anajnu.cl/colon- geocultural.htm:
“En el capítulo «Colón, escriba», Estelle Irizarry explica que la insistencia de Colón en puntuar sus propios textos está fuera de la norma de la época […].
[…] resulta que el sistema colombino usa vírgula indistintamente para servir de coma o punto y seguido, separando frases, cláusulas y fragmentos. Lo curioso es que en España el uso de la barra diagonal aparece casi exclusivamente en obras escritas en áreas de la Anti- gua Corona de Aragón. […]
Lo más sorprendente y determinante es que el sistema de puntuación de Colón se da en tierras de habla catalana que estaban bajo la Corona de Aragón, donde se en- cuentran configuraciones idénticas en la puntuación de manuscritos, como en Ibiza. Y es que, como escribe la Dra. Irizarry, «la primera página de un documento conservado en la catedral de Ibiza, de 1410, contiene barras internas que funcionan como la coma actual, con un punto a la derecha, semejándose a la puntuación usada por Colón. En la misma línea del segundo fin de oración, hay una vírgula como coma después del nombre. En la segunda página, además de coincidir con las vírgulas anotadas por Colón, el redactor también usa el espacio en blanco para separar divisiones, con la función de punto y aparte».
Finalmente, cabe señalar que el sistema de puntuar de Colón no es característico de manuscritos o impresos de Castilla, no es práctica usual ni común en otras parte de la Península Ibérica; tampoco es característica de Génova, Florencia ni Venecia”.
Al pretender sacar conclusiones sobre la escritura de Colón, se introduce la profesora Irizarry temerariamente en un campo muy apartado de su especialidad como profesora de literaturas modernas. Y la verdad es que esas observaciones paleográficas carecen de fundamento.
Las prácticas escriturarias del siglo XV eran bastante comunes no sólo a toda la Península Ibérica sino incluso a toda Europa occidental. Naturalmente, eso no ex- cluía, como sucede hoy, que una persona pudiese tener algunas preferencias indivi- duales, pero siempre dentro de unos usos bastante generalizados.
Concretamente, el uso de vírgulas o comas con diversos valores de puntuación, y el de barras diagonales (a veces acompañadas de puntos), no son fenómenos caracte- rísticos (y, mucho menos, exclusivos) ni de Colón ni de Ibiza ni del territorio de habla catalana. Por el contrario, esos usos son generales: aparecen en escritos de esa época en toda la Península (e incluso aparecerán reflejados a veces en los primeros
libros impresos, que tendían a mantener muchos de los usos comunes en la escritu- ra manual). En documentos gallegos de la época de Colón se pueden aducir bastan- tes ejemplos, también en los llamados “documentos colonianos” de Pontevedra (cuya indudable autenticidad, lejos de cualquier falsificación, ha quedado bien pro- bada en los últimos tiempos).
En conclusión: que de ningún modo el uso que hace Colón de vírgulas o barras diagonales en su escritura se puede considerar como prueba de catalanismo de Co- lón.
Por último añadir lo dicho por José Martinho Montero Santalha en la conferencia en octubre de 2006 en Palas de Rei, publicada como “La lengua de Cristóbal Co- lón“.
La relación epistolar, en un tono de gran confianza y afecto, con un “Joam d’Ai», que ha sido erróneamente identificada como Inglés, en el supuesto de que su nom- bre era” John Day “. Pero esta identificación carece de fundamento: Joam (que no es lo mismo que Juan) es el nombre actual del gallego-portugués, y el apodo “d ́Ai” (que, por supuesto, podría ser también escrito de Day o de otras grafías similares) está bien documentada Pontevedra en la época medieval, y se refiere al topónimo de Ai, un lugar todavía existe y pertenece a la parroquia de San Lorenzo de No- gueira, en el municipio de Meis, no muy lejos de Pontevedra.
La Parla Marinera:
En 1951 el Capitán de Navío, Julio Guillén Tato y tomó posesión el 23 de junio de 1963 con el discurso titulado El lenguaje marinero realizó un laborioso informe de in- vestigación sobre la parla marinera de Cristóbal Colón, que envió al Congreso In- ternacional de estudios Colombinos de Génova “La parla marinera en el primer viaje de Cristóbal Colón”, que entre otras cosas decía:
“Colón cuarteaba el compás o aguja con voces distintas a las del Mediterráneo y de las galeras, que emplea siempre Ramusio y tantos otros, incluso traduciéndolas del portu- gués…Y al emplear íntegramente esta rosa oceánica de origen nórdico, parece como si ja- más hubiese navegado por el Mediterráneo, o tan poco, que ni en una sola ocasión se le desliza un “mediterranismo”.
“Colón escribe según la parla navaresca ú oceánica: la de las naos, que nuestros marineros de Cantabria, Galicia y saco de Cádiz ya hablaban por lo menos un siglo antes”
“Los mediterranismos” del Diario no son imputables al propio Almirante; constitu- yen la aportación e influencia naturales de una marina más antigua y vecina…Colón no deja traslucir influencias directas del habla de las galeras, o las voces, que pudo aplicar, fueron arroyadas por las que de continuo oía a su gente.
Dentro de la parla marinera el autor recopila los siguientes: rota, chubasco, tonina, leste, sondar, sorgir, sudeste, topo, verga, angra, longo, fugir, fugió, fugido, enjerido, farallón, corda… Y
otros tales como: fisga, galea, grajo, mastel, bordo, borda, custa, pijota, ventar, xarcía, turboa- das, calmería, oscurada, pardelas, etc que aparecen en algunos autógrafos del Almirante.
Creo que los dos últimos fundamentos: La toponimia y el lenguaje, son las señas de identidad de Cristóbal Colón. No puede entenderse la toponimia como una casuali- dad, habiendo nombres específicos de la Ría de Pontevedra, Vigo, Arosa y de otras partes de Galicia. Lo mismo podemos pensar del lenguaje, puede haber portugue- sismos pero hay palabras de uso exclusivo gallego, alrededor de 500 palabras, y si alguien las emplea correctamente no cabe pensar que lo aprendió en Portugal, o como marinero, tuvo que aprenderlas del contacto con su idioma nativo.