Celso García de la Riega

Biografía, Obras, Pinturas, Teorías y Artículos

Etimologías Gallegas XIV «Contestación Celso García de la Riega a García de Diego»

Galicia Antigua

Diario de Pontevedra 11 Febrero 1905

Sr/D. Vicente García de Diego.

Diario Galicia antigua CELSO 11:02:1905Amigo querido: ha hecho V. también su segunda salida, lo mismo que D. Qui­jote de la Mancha. Este hidalgo se propu­so hacer confesar a cuantos caballeros hallase en su camino, que Dulcinea del Toboso era la más hermosa de las mujeres, la más encumbradora de las princesas; y V. se propone encajar a todo ser viviente el dogma romanista… y el castellano de los aldeanos de su tierra de V.

Echa V. por delante, en sus nuevos artículos, la chanza de que ha salido al palenque de la prensa en virtud de invitación mía. Nadie podrá creerlo. En primer lu­gar, V. ha declarado que, venciendo varios escrúpulos, se presenta con sus disciplinas de domine para que muchos nose alucinen, Además, nadie podrá suponer que yo le he invitado a que intentase darme con la badila en los nudillos. He podido invitarle a discutir normalmente las co­sas, a aclararlas, a puntualizarlas; no a que saliese V. sin previo aviso con un embuchado preparado, con ayudantes de campo, a que prodigase V. frases grue­sas, a que tergiversase mis conceptos, a que omitiese mis principales argumentos y, en fin, a que expresara sus opiniones con el empaque pedagógico de quien, re­pito, cree que se dirige a sus alumnos de diez años, esto es, como quien dice «hablo yo y boca abajo todo el mundo>>. Prueba de esto último, es la ingenuidad con que V. manifiesta «que no se había propuesto empeñarse en discusiones interminables», que es lo mismo que decir «que no espe­raba, después de desplegar V. sus labios, que nadie se atreviese a respirar», ni que yo defendiera mi criterio; al efecto también, me inculpa V. de que tengo excesivo cariño a mi libro… ¡Me deja estupefacto! ¿Ha imaginado V., por ventura, que después de sus imperiales defectos, debiera yo arrojar al fuego ese libro? Al contrario, incauto amigo mío; cada vez me persuado más y más de que estoy en lo cierto, al creer que Galicia tiene una historia antigua que no pueden presentar esas regiones españolas donde los romanos encontraron a sus salvajes gentes bebiendo sangre de caballo, y de esa historia, testimoniada por los editores clásicos, se comprueba con las reminiscencias helénicas del lenguaje, que tanto, le horripilan a V.

Claro es que esos antecedentes históricos le molestan, le estorban para sus peregrinas encíclicas sobre fonética gallega. Menospreciándolos, deja V. cómodamente en el aislamiento las menoionadas reminiscencias, sobré todo lo cual me parece haber dicho lo suficiente, sn que quiera hacerse cargo de ello ¿Como hemos de entendemos? Imposiblel .

Aquí debiera, en verdad, dar por terminada la discusión. Pero, yo..,no escribo para convencerle a V., según cualquiera creería al leer sus galantes y finísimas insinuaciones; he adoptado, sí, la formula de dirigirme en carta a V. para evitar la frecuente repetición de su nombre y apellidos y para facilitar la redacción de los conceptos, nada más, puesto qué y sé de hace tiempo que no hay manera de convencerle a V. con respecto al helenismo gallego. He escrito mi libro para los gallegos en primer término además para cuantas personas, desprovistas de prejuicios rutinarios y vulgares con respecto a Galicia y a cuanto le atañe, puede apreciar íimparcialmente los antecedentes y los hechos. Y ahora, lo mismo que en mi carta anterior, escribo para los lectores de El Diario nada más que para ello: ya sé que á V. no le persuade nada, porque su entendimiento esta preocupado por un bloque romanista, insoluble, infusible e inatacable por los ácidos.

Y entremos en materia, aunque es mucha la paciencia que se necesita para acompañar a V. por las callejuelas, y encrucijadas en que se mueve precipitadamente; porque nada más cómodo que desdeñar las abstrusas trabas de la Filosofía, echarlo todo a barato romanista y mezclar lo divino con lo humano, según V. lo verifica inculpándome además, y muy amablemente, de audaz, de atrevido, de que ignoro lo qué todo el mundo sabe y otras flores de este juez. Y esto, en una discusión, por invitación mía, tan sólo lo hace quién se contempla desprovisto de razón, de justicia… y de matemáticas.

Con el más beatífico desahogo, dice V. que aplico el ei gallego al primer idioma en cuya gramática (en cuya fonética ha debido V. decir querido catedrático de gramática) se tope otro ei, «sin curarme de la historia de este sonido», en lo cual, añade V., hay un rasgo de agudeza, «pero sin ningún valor científico»…. y punto redondo!

Y vea V. lo que son las cosas. Yo, que no me curo, según V. dice, de la historia del sonido galaico ei, la indago históricamente en el idioma griego histórico, porque los historiadores testifican la existencia de la colonización helénica en Galicia, hasta el punto de que Plinio afirma la estirpe griega (sobolis graecorum, se lo diré á V. en latín) de estos pueblos gallegos; y seguramente, el famoso naturalista romano, alto funcionario en España, no habrá hecho su afirmación en virtud del aspecto físico, sino de las costumbres, del lenguaje, etcétera, de la población galaica de aquella época. Ante esa consideración, no habría yo de buscar el ei gallego en las lenguas china y peruana, sino en la griega, donde encuentro prodigado ese ei; donde, encuentro raíces y grupos fonéticos como eido, eiro, eixa, eima, eitá, eiba, etc., etcétera que están clavados en el gallego; donde encuentro voces cuya forma y cuyo significado son exacta o casi exactamente iguales a otras de nuestro, dialecto. Yo no veo en ningún escritor clásico, griego o romano la noticia de que los gallegos bebían sangre de caballo, sino de que celebraban certámenes de toda clase, incluso de música; de que se casaban a la usanza griega y de que, antes del combate, entonaban el himno helénico de Apolo, en el cual seguramente se prodigaba también ese ei que a V le pone los cabellos de punta. Por estos y otros datos que omito y a los cuales doy audazmente valor científico, claro es que me ha parecido más lógico y sencillo topar el ei en la lengua griega, que no, en la peruana o en la china.

En cambio, V. que ses el maestro ungido que se cura de la historia del ei, no le da más historia que la transformación de un ai arrancado con fórceps de las palabras latinas y cuando quiere dar valor científico, no a sus agudezas, sino a los partos de su romanismo, lo busca… hasta en el lenguaje de todos los aldeanos de su tierra de V. Esto es, sin duda, lo que tiene valor científico.

Exhibe V. de nuevo la reglilla sectaria del ai y de la transcripción de la i; pero con novedades. Algo es algo: ya admite usted excepciones, aunque no pasan de seis, a pesar de mis esfuerzos. Por fortuna,sabemos lo que son las excepciones en boca de romanistas incipientes: el mayor número de hechos.

Más ¿cuales han sido esos esfuerzos míos? ¿Es que debía abusar de la paciencia y amabilidad de los tipógrafos, de EL DIARIO y de los lectores, consignando en un artículo periodístico, redactado a la ligera la decima parte del vocabulario gallego?. Pues para darle gusto, allá van, por cada letra inicial unas cuantas excepciones más: beixar, beixos, carqueixa, ceifa, ceiva, deica, deitar, deixar, eidade, eido, eigrexa, eixido, eiroa, eito, eiva, eiqui, xeito, lei, leiro, meixán, meira, meiga, peido, peilao, peirao, peite, peixe, queipo, queicoa, queixo, queixada; rei, reiseñor, seica, seitura, teima, teiroa, teixo, veiga, etc.,etc.,etc.,etc ¿Eh? ¿Qué le parecen a V las excepciones?. Y búsqueles V. la raíz ai, aunque sea en las aldeas de Pancorbo.

Que eira viene del latín vulgar aria. No puede ser, amigo mío, porque los documentos gallegos de la Edad Media están llenos con el vocablo arias, sin transformación ninguna.

Qué feixe, seixo y cereixa fueron antes en gallego, faixe, saixo y ceraixa. ¿De qué documento saca usted estas bromitas, ni quien le ha dado usted licencia para tales invenciones basta para ello, por ventura una imaginaria pero operación pseudoromanistica, por analogía con el fonetismo de otras regiones, distinto del gallego, y en cambio yo no he poder deducir lógicamente, por los antecedentes y por analogía dentro del mismo dialecto, nada que sea opuesto a una reglilla?.

El gallego tiene el diptongo ai en varias voces y no la transformó en ei, según usted y la reglilla ordenan: gaita, faixa, mais, vai, trai, daime, mataime, saino, aigua, baile, este etec. V. mismo saca de pater y mater, pai, nai y mai, y sin embargo, los gallegos, quedándose a la mitad del camino, no hicieron pei, mei, nei ¿Habrase visto desacato semejante?. También saca V. almeixa de métola y peirao de petra.. donde no aparece el ai ni la i! Y quiere V. que nos inclinemos ante aquellas reglillas y ordenanzas?.

Un gramático como V. no debe aturrullarse hasta el punto de no entender el valor de los tiempos verbales con relación a las demás palabras y al concepto que se pretende expresar. En mí, que carezco de pretensiones y que necesito defenderme, puede perdonase; en V., que ataca sin finalidad alguna, que maneja la palmeta y cuyas sentencias tienen valor científico, es indisculpable. ¿No ve V en las palabras que copia de mi libro, nadie cambia significa sencillamente que ha perdurado en el gallego la costumbre helénica de hacer ei de la e inicial?. Pero V. esponjándose desmedidamente pregunta: ¿donde tenemos aquí e que transformar como no sea en el castellano?. Y yo, con la mayor humildad, le respondo: en las palabras latinas ecclesia, etate, edes (esta última me la dio usted en una de nuestras conversaciones), que el dialecto gallego sin esperar a que los pseudo-romanistas le proporcionaran un ai o una i de trasposición, convirtió en eigresa, eidade, eido. ¿Se va V. enterando? Pues vaya V. aumentando el número de excepciones de la reglilla.

Y claro es también que si los griegos cuando unían el epíteto era a otra raíz, lo convertían en eira, fijese V., bien en eira, en EIRA ¿eh? Y si con esta terminación tenían muchas voces, como naiteira, oleiteira, xeiro, diftheira, méirax, etc. ¿qué hay ni puede haber de sorprendente en que proponga mi criterio de que ese ei de muchas, pero muchas, palabras gallegas, no proviene de un ai, ni de la trasposición de i, sino de una arraigadísima herencia que hizo al gallego convertir en ei las tónicas a y e de multitud de vocablos latinos y aún germánicos y célticos? ¿Qué milagro es que llegue también a sospechar que el sufijo galaico eiro es anterior, muy anterior, extraordinariamente anterior, al castellano ero? ¿Habrá, pues, y en resumen, mayor y más indisculpable incongruencia, que la de salir V. de estampía diciendo que yo no me curo de la historia del sonido ei y que los datos expuestos no tienen valor científico?

 Celso García de la Riega.

 (Se continuará.)

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