Celso García de la Riega

Biografía, Obras, Pinturas, Teorías y Artículos

Archivar para el mes “abril, 2013”

De Pontevedra a Ribadavia

Diario de Pontevedra 09/06/1908

De Pontevedra a Ribadavia

Sr. Director de El Ribadaviense.

Pontevedra, Junio 1908

Muy señor mio y de mi consideración: en el número 527 del periódico que dignamente dirige se ha insertado un artículo titulado “Dos Noticias Ofiales”, que contiene las siguientes líneas con respecto a la vía férrea de Pontevedra a Ribadavia.

La idea del Sr García de la Riega vertida en aquel entonces se perdiera, como tantas otras, en el vacío..etc”.

Diario Tren Celso 09:06:1908En estas líneas hay un error que importa desvanecer; dicha idea no se perdió en el vacío, ni quedó abandonada un solo momento. El Diario de Pontevedra continuó publicando artículos míos sobreel asunto y el semanario republicano La Acción hizo insistente propaganda del mismo en varios números. Tuve conversaciones acerca de ello con significativas personalidades, una de ellas el Sr. Gonzalez Besada, quien, con su preclara inteligencia, comprendió al primer golpe de vista la gran conveniencia del mencionado ferrocarril. Por otra parte, el que suscribe, sostenía relaciones amistosas con un distinguido e inteligente Ingeniero militar, autor de la memoria sobre ferrocarriles militares, premiada en el certamen celebrado en Madrid con motivo de la mayoría d eedad de S. M el Rey, y este ilustrado ingeniero llevó particularmente el pensamiento de la línea de Pontevedra a Ribadavia al Estado Mayor Central, donde se reconoció la necesidad y la urgencia de su construcción.

Además hace dos años próximamente que el entonces alcalde de Pontevedra D. Bernardo Lopez Suarez, auxiliado por el concejal D. Andrés Landín, convocó una reunión de alcaldes, a la que asistió el de Ribadavia D. Benito Puga, para gestionar la realización del pensamiento, y entre otros actos, se elevó una expoción al Sr Presidente del Consejo de Ministros; a la vez se publicaron nuevos artículos en esta prensa. Sucedió poco después ña constitución del Gobierno, cuyo ilustre Ministro de Fomento, Sr Gonzalez Besada, llevó a cabo la ansiada realización de la idea.

De manera que ésta nunca quedó perdida en el vacío y no tuvo necesidad de que nadie la recogiera exclusivamente, puesto que desde luego penetró en la conciencia pública, hasta que, y esto fue lo principal, la apadrinó resueltamente el expresado Sr Ministro.

Y agradeciendo a El Ribadaviense las benévolas frases que me dedica, quedo de V. aftmo y atento s.q.s.m.b

                 Celso García de la Riega

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Galicia Antigua Respuesta al Artículo de Xan de Canzobre -Francisco Tettamancy-

Galicia

Galicia Antigua

Galicia antigua (Galicia, 23) copiaUn notable escritor, Xan Cazanobre, ha tenido la bondad de ocuparse en el examen del modesto libro que he publicado con aquel título, favoreciéndome con varias amabilísimas frases, que desde luego agradezco muy de veras y con la sinceridad más cabal. Pero-siempre tropezamos con peros en esta vida-al lado de dichas frases coloca unas cuantas equivocaciones que me importa rectificar, no sólo por lo que puedan perjudicarme, sino por lo que interesan a la verdad, y por la influencia que logran ejercer en los lectores de La Idea Moderna (1). Y empiezo por protestar de que no pretendo revelarme contra la crítica, ni manifestar que en mí se haya sublevado amor propio de ninguna clase, sino expresar mi sentimiento porque se me atribuyen conceptos que no he estampado en mi citado libro.

Debo observar que el ilustrado articulista hace un comentario erróneo del suelto bibliográfico que El Liberal de Madrid ha tenido la bondad de dedicarme, bondad que a Xan Canzobre le parece extremada; en esto creo que tiene razón. Como quiera que, a pesar de su especial interés, el articulista ha leido, mejor dicho, ha hojeado el tal libro nada más que a la ligera, según dice, (y así s efunda una crítica), no puede sorprender a nadie que haya interpretado mal la frase de El Liberal relativa a la identificación de Galicia; si hubiera hecho la lectura con un poco atención, habría visto que en esa frase falta sin duda una parte que se quedó en las cajas de imprenta, dado que no se trata de la <la carencia de vecindad o domicilio legal>, como dice festivamente el articulista, (puesto que nada parecido de cerca ni de lejos puede deducirse de mi libro), sino de la identificación de nuestro país con la Oestrymis-Ophiusa del poema geográfico de Avieno, titulada Ora marítima; nada más que esta identificación.

De ninguna manera he tratado de demostrar que en Lugo no existió la dominación sueva: nada digo en dicho libro que deba interpretaste así; he emitido un concepto muy general con respecto a esa denominación (que supongo ejercida principalmente al Sur del Miño y del Sil), por lo que atañe a cuanto de la actual Galicia perteneció al convento lucense y sufrió las correrías y devastaciones(no he dicho devastaciones) de los suevos,(no una posesión íntegra y constante). Por las noticias históricas, bien sabemos que estos bárbaros ocuparon Tuy, Orense y Lugo, situadas a orillas del primero de aquellos ríos y bueno sería puntualizar si así sucedió al fin por consentimiento de los gallegos, pero como Xan de Canzobre ha leído principalmente mi libro, no ha formado juicio completo acerca de mis insinuaciones. Por la misma razón se ha apresurado a imaginar que califico de patronímicos los nombres de Teodomiro, Argimiro, etcétera; yo no he cometido semejante delito.

En mi trabajo no niego bajo ningún aspecto que la ciudad de Lugo tenga recuerdos históricos muy vivos; por el contrario, me esfuerzo en dedicarle un lugar tan importante como justo en la historia de tiempos remotísimos y es lástima que, por su prisa Xan de Canzobre no lo haya advertido.

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Marina Óleo Sobre Tabla

Marina

Desde Nueva York

La Correspondencia de España 13/10/1895

Desde Nueva York

Señor director de la Correspondencia de España

                                                                            27 de Setiembre

Correspondencia Esp N.York1 13:10:1895Mi distinguido y querido amigo: Ya tendrá usted conocimiento de la profunda pena que ha causado en los españoles, tanto peninsulares como cubanos leales, residentes en esta población, la dolorosísima catástrofe del crucero Sánchez Barcáiztegui, que ha venido a aumentar la lista de víctimas de nuestra marina de guerra.

Nuevo luto, nuevas lágrimas, nueva aflicción para España, y, triste es decirlo, nuevo motivo de satisfacción para los laborantes y simpatizadores del filibusterismo en esta ciudad de mercaderes. Ellos, ya que no pueden alcanzar ventaja de ninguna clase por el esfuerzo de sus brazos, pues solo se ocupan en alentar el incendio y el asesinato, cogen por los cabellos una desgracia semejante para convertirla…¿en qué dirá usted? Pues en un golpe de ingenio y de audacia de algún cabecilla de insurrectos; nada menos que en un torpedo disparado hábilmente contra el crucero perdido.

Asílo ha dicho el World en una correspondencia enviada desde Filadelfia; siendo lo más gracioso del caso que el destructor proyectil fue disparado…. desde Guantánamo. Así se miente en las columnas de esta prensa; así se disparata; así se mantienen las simpatías que en cierta clase del pueblo norteamericano existe hacia la insurrección; así se sostiene la fe de los incautos que sueltan los dollars.

Ahora tienen, por desgracia nuestra también, otro fundamento de satisfacción: el increíble veredicto del jurado de Wilmington absolviendo a los individuos que constituían una partida filibustera próxima a embarcarse a Cuba. El juez instructor del procedimiento hizo el resumen de las sesiones insinuando a los miembros del tribunal el pretexto legal que podría servirles de base para la absolución… Esta base ha el hecho de que los acusados no constituían expedición organizada militarmente!!!. De manera que en esta nación de libertades, derechos individuales y civilización, es preciso, por lo visto, que una partida destinada a incendiar y saquear en un país amigo se exhiba con uniforme y armas, con charanga y a tambor batiente para que los hombres que lo forman puedan ser declarados culpables..¡Lástima que España no tenga en el momento una docena de acorazados en disposición de presentarse, bien pertrechados, ante este y otros puertos de los Estados Unidos! Seguramente se tendría entonces en estas tierras más respeto a la paz y a los intereses de la nación que hiciera tal demostración. El suceso debe servir de provechosa lección, ya que para que las fracciones y partidos políticos, clases sociales, corporaciones, etc de España no tenga otra preocupación que la de hacer fuerte a nuestra bandera, ya para sustituir la política de cordialidad y miramientos hacia este conjunto de mercachifles con otra energía y de virilidad, aun en los momentos actuales y con los elementos de que disponemos.

Ambos procesos, sin embargo, no aumentarán un ápice la fuerza de los insurrectos, pues los laborantes cubanos y los simpatizadoresCorrespondencia Esp N.York 2 15:10:1895 norteamericanos se hayan ya plenamente convencidos de que España posee recursos sobrados para dominar la insurrección: sigue en su faena de invenciones, calumnias y despropósitos, con el fin antes indicado: el de recoger centavos y gastar la mayor parte de las sumas recogidas en darse buena y alegre vida. El crédito de que gozan, después de todo, la insurrección, se demuestra por el sencillo hecho de que los flamantes billetes del Tesoro de la República cubana figuran en las colecciones de sellos que se exhiben en los escaparates de la calle Broadway.. ¡al precio de diez centavos!.

La detención del Comodoro, con cargamento de cartuchos de 225.000 y otros pertrechos, así como la derrota de Roloff, si llega al confirmarse, son golpes de importancia para la insurrección. La prensa de esta ciudad, no obstante, continuará insertando despropósitos sensacionales…doloroso es, por ejemplo, que en las grandiosas máquinas del Heraldo de Nueva York funcionen para semejante labor, indigna de un pueblo civilizado y de un periódico que envió a Madrid a un redactor para conferenciar con nuestros personajes políticos. ¡La benevolencia de estos personajes no es, por cierto, bien correspondida!.

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El Néctar de los Dioses

La Correspondencia de España 05/02/1894

Cuentos del Domingo

El Nectar de los Dioses

Correspondencia España 05:02:1894 Nectar de los Dioses D.CelsoÉrase marinero apodado Peixote, que a los tres meses de casado hizo disparaste de engancharse como tripulante en la goleta Isla de Ons, destinada aquella vez a navegar en los mares del Norte de Europa, en cuyo comercio de cabotaje se entretuvo la friolera de seis años, días más o menos. Pues al tal marinero le sucedió lo que sucede con frecuencia cuando los maridos se ausentan por largo tiempo y cuando sus mujeres son jóvenes y guapas: lo que reza el siguiente cantar gallego:

Meu maridiño

foixe por probe;

                         deixou un fillo,

                        topou dezanove

Así lo decían las gentes del lugar, porque al regresar Peixote a su pueblo, situada en la boca de una de las hermosísimas rías bajas de Galicia, Rosalía tenía, no 19, sino dos; uno más de la cuenta que echaba el marinero. Y para el caso, según razonaban los murmuradores, lo mismo daba el aumento de un chiquillo que el de los dieciocho, supuesto por la musa popular.

Ya habrán adivinado ustedes que el niño sobrante del domicilio conyugal no tenía una sola gota de la sangre de Peixote; pero lo singular, lo extraordinario, era que ni la misma madre conocía al padre de aquella criatura, y esto no quiere decir que Rosalía se hubiera entregado a la mala vida, no señor, y lo verán ustedes andando el cuento, que tiene ménos de cuento que de historia.

El marinero llegó a su casa al anochecer, deteniéndose antes de empujar la entornada puerta, emocionado quizás por la solemnidad del momento, tal vez imaginando cómo principiar el ataque de caricias a su mujer y a su hijo, pero muy satisfecho de que la escena no tendría molestos testigos, pues dedicado el vecindario, en la playa del otro lado de la loma, a la fatigosa y prolongada tarea de arrastrar el arte (red de gran tamaño), el marinero había logrado su propósito de pisar, sin que nadie reparase en él, los umbrales del hogar. Entró y lo encontró vacío.

-Están en la playa- se dijo.

Y sin duda no le afligió la circunstancia de encontrarse solo, porque, frotándose las manos, se entretuvo a inspeccionar las habitaciones de la casucha. Rodando su mirada por los diversos objetos y enseres, la fijo primero con agradecimiento en la estampa de Nuestra Señora de la Lanzada, clavada en la pared con una púa de erizo marino, y luego en dos remendadas camisas de niño, extendidas sobre un banco, la una mayor que la otra, detalle que preocupo inmediatamente a Peixote, sin que después de varios minutos de reflexión lograse dar con una explicación satisfactoria. Un tanto pensativo, salió de la cabaña con el propósito de reunirse a Rosalía en la playa; pero lo modificó al considerar que allí no tendría libertad completa para abrazar y besar a su mujer y a su vástago, y pensó que, sin perjuicio de la sorpresa que quería dar a su familia, podía subir a lo alto de la loma, desde donde vería el arenal en que echaba el arte.

Sucedía esto a mediados de agosto. El ambiente era tibio; la mar, bella, y la luna, recién alzada sobre los montes de lo opuesta ribera, mostrábase como un gran disco amarillento al través de ancha faja de bruma violácea, suspendida sobre el Sur y el esta del horizonte. La luz, entre los postreros resplandores de la puesta del sol y los débiles rayos de la luna, era muy tenue: la quietud de la naturaleza contribuía a que la emoción de Peixote fuese más intensa, porque es probado el hecho de que a los rudos pescadores de la costa causa mayor impresión la tranquilidad del cielo y del Océano que sus terribles borrascas.

Al pisar la cumbre, el marinero siguió con la mirada el pronunciado declive de la peñascosa colina hasta fijarla en las dos filas de hombres y mujeres que tiraban acompasadamente de los cabos de la gran red. Reconoció la silueta de Rosalía, y eso que ambas filas estaban muy próximas a confundirse en una sola y que los trabajadores del mar hormigueaban remudándose alternadamente en la penosa faena. El copo de la red, al cual seguían las dos lanchas de costumbre, tocaba ya en la playa; oíanse gritos, carcajadas y canciones de satisfacción, y tanto de estas manifestaciones de alegría, como del chispeante rizamiento del trozo de mar comprendido entre el copo y el arenal, Peixote dedujo que la pesca era abundante. Vió también que unos cuantos chicuelos corrían hacia la orilla, tremolando sendos sarabardos (saquillos de malla, cuya boca es un aro de madera con mango más o menos largo).

– Uno de esos rapaces es mi hijo- pensó el marinero, quien siguió contemplando con éxtasis aquel grupo de gente, hasta que, hechas las habituales reparticiones y limosnas, empezó la desbandada

Calculó entonces que Rosalía habría que rodear la loma por el camino de bajamar, y se dirigió, para salir a su encuentro, hacia la casucha. A poco si dibujó en el sendero el contorno de su costilla, que conducía de la mano o un pequeñuelo de tres o cuatro años, y seguidamente apareció el bulto de otro niño de mayor estatura con el sarabardo al hombro.

-¡Hola! Aquí tenemos a los de las dos camisas.

Venciendo un pensamiento de desconfianza y arrastrado por el natural impulso de la impaciencia y del cariño, se lanzó a abrazar y avisar indistintamente a Rosalía y a las dos criaturas.

-¡Peixote!- exclamó atónita la pobre mujer.

-¿Este rapaz será de algún vecino,eh?

-Sí- contesto la aturdida Rosalía; – vive conmigo dos o tres añoshace.

El marinero abrió desmesuradamente los ojos.

-¿Cómo es eso?

-Pues…¿Te acuerdas de?…Acaso no te acuerdas …Pero si, debes acordarte..¡Desgracias de la vida!

El marinero no sospechaba siquiera que su mujer urdía una mentira. Achacaba su turbación al temor de que él se incomodase por una acción tan generosa y frecuente en las clases populares, cual es la de recoger y cuidar a los niños abandonados o huérfanos.

-¡qué desgracias ha sido esa?

-Nada..que..por Dios no me riñas, porque…

Y la infeliz prorrumpió en sollozos.

-¿estas loca mujer? ¿Qué he de reñirte yo, después de tanto tiempo que no te veo y no te abrazo?

El llanto de Rosalía creció al oir la cariñosa respuesta de su marido.

– por mi causa tenemos una boca más que mantener.

-¿Y qué hacerle? Pero cuenta, cuenta.

-Pues la..la

-¿Quién? ¡Acaba de una vez!

-La Margotiña..

-¿La nieta de la maragota, de aquel demonio de meiga? (Bruja) ¿Y ese es el retoño? ¡Vaya con la Margotiña! Pero qué, ¿se murió?

– Se marchó a servir, no sé adonde, y por unos días me encargue del chico. Pero no volvió y no he sabido más de ella

– Bueno, ya buscaré a esa buena pieza, y si no la hallo, mejor. Un hijo más.. y los que Dios quiera!

Así cargo con el mochuelo la Margotiña, cuya honra, completamente perdida, no interesaba a nadie

El inmediato Domingo, Rosalía tuvo pretexto para no ir a la misa. Peixote le participo que había hecho, en lo más recio de una tempestad, el voto de que ambos confesarían y comulgarían ante la Virgen de la Lanzada pero ella contestó resueltamente:

-Yo no quiero confesarme. No tengo que confesar, y no me confieso.

-¿Te has hecho protestante? Precisamente he andado estos seis años entre ellos. Quiere decir que no eres católica

-¿Qué no soy católica!

-¿Como que no quieres confesarte. Rosalía enmudeció, y su marido, después d econtemplarla un momento, añadió reposadamente:

-¡Vaya! Pediré consejo al señor cura.

Fuerza es revelar un secreto que tanto Rosalía como el párroco guardaba cuidadosamente. La infeliz había confesado a un sacerdote que no sabía quién era el padre del chico menor, pues ella no se había entregado a ningún hombre. Aquél se espantó de lo que calificaba de audaz y escandalosa invención de Rosalía, que ésta sostuvo una y otra vez; de manera que el cura, convencido de que la desdichada pretendía hacerle tragar, en acto tan respetable, una atrevida mixtificación, la nego la absolución. Por eso la infeliz no quería volver al confesionario.

En esto, una viruela más negra que lo de los infiernos, arrebato en breves días la vida del vástago de Peixote, triste suceso que ocasionó a Rosalía, en primer término, aguda pena, y luego un sorprendente ataque de catalepsia, que duró ocho días, durante los cuales la enferma permaneció insensible como un tronco y sin dar más señales de existencia que las indispensables para juzgar que su alma no había volado a acompañar la de su hijo mayor. La enfermedad dió mucho que hablar en el pueblo, y hasta el señor cura salía muy meditabundo de casa de la enferma.

Xanfaneca, a quien los vecinos tenían por hombre de alma atravesada, asomó también alguna vez por la puerta de la casa su antipático y estúpido rostro de ojos tiernos y cabello ralo… Repitióse el sueño cataléptico, y por último, Rosalía abandonó este valle de lágrimas.

El afligido marinero fuese a Vigo, no sólo para realizar una parte de sus haberes como tripulante de la Isla de Ons, sino también para buscar nuevo enganche, proponiéndose amparar con una parte de sus ganancias al retoño adulterino, creyéndole y amándole como a su hijo propio.

De manos a boca encontróse en el muelle con la Margotiña, que trabajaba en el transporte a los almacenes de la cual descargada; sobrevino la consiguiente explicación, en cuya virtud Peixote se consideró juguete de un mal sueño. Rosalía había sido infiel: le había engañado como a un chino, y él… ¡aun se preocupaba en asegurar la vida del hijo adulterino!.

Alguna reticencia o alusión a Xanfaneca, hecha por la Margotiña, llenó su corazón de vivísimas ansias de venganza, sobre Rosalía, ya no podía realizarlas; sobre el niño, sería un atrocidad, aunque todo el cariño se lo había trocado en repulsión. Solo quedaba Xanfaneca, poco antes de proceder se propuso conocer la verdad de lo sucedido.

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El Vidrio Roto

La Correspondencia de España

Cuentos del Domingo

El vidrio roto

Correspondencia de España Vidrios rotos 28:08:1893 D.CelsoLa primera vez que vi al pasar por la calle de X (que disfruta categoría de segundo orden entre las de esta coronada villa) un vidrio roto en el tercer balcón de la derecha, cuarto principal, de la casa número 18, no me llamó la atención, por ser detalle vulgar y frecuente y muchos los pequeños motivos que ocasionan la rotura de materia tan frágil; pero cuando, trascurridos algunos días, observé que los trozos del vidrio permanecían aun en su vidriera, no pude menos de contemplarlos durante un momento, sin que las diversas conjeturas que en el acto acudieron á mi mente, me explicaran el descuido de los inquilinos ó el abandono de sus sirvientes, dada la buena facha de la casa.

No digo nada nuevo al afirmar que la curiosidad es poderoso acicate de nuestras acciones; lo tuve la de volver uno y otro día á ver si las cosas, es decir, los trozos del vidrio, continuaban en el mismo estado, adquiriendo insensiblemente el habito de transitar por la calle de X y mirar hacia el consabido balcón, y por consecuencia, el de pensar constantemente en el bueno del vidrio. ¿Quién no padece alguna vez en la vida obsesiones producidas por un objeto ó por un hecho insignificante?

Confieso que al llegar á este punto me acometen grandes tentaciones de hilvanar veinte ó treinta párrafos que pinten el génesis, elaboración,

desarrollo y establecimiento de las ideas que conducen directamente a una (chifladura perdónenme ustedes la palabra); pero renuncio con mayor generosidad a relatar menudencias que ni de cerca ni de lejos son necesarias para que se comprenda lo que quiero decir.

Pues bien: sufrí la obsesión del vidrio roto, A pesar de que empleé los posibles esfuerzos de voluntad para desechar la preocupación, verdaderamente ridícula, que me dominaba, concluyendo, repito, por ser esclavo de una manía tan disparatada que concretaba en la siguiente pregunta: ¿ Por que razón, tratándose de un piso principal de buen aspecto, no son reemplazados los trozos del vidrio roto?» Nada me importaban en verdad, el hecho y sus causas; pero otro de los principales defectos del hombre es pensar y meterse en le que no le importa.

Siguiendo los impulsos de mi extravagancia, me detenía siempre en la calle do X, frente al balcón, mirando embobado al que llamaba «mi vidrio roto», a riesgo de que las gentes de la vecindad me clasificasen, por lo menos, en la especie de los osos enamorados: da día, de noche, en todos los instantes mi pensamiento caía en el vidrio roto, como caen los cuerpos obedeciendo a la ley de la gravedad

¿Si habré perdido el juicio?—me decía.— Vamos, es cosa de terminar: sino, doy en Léganes, como dos y tres son cinco.

Una tarde pasé por la calle a la hora en que las familias acomodadas salen a paseo, y me encontré con que a la puerta de la susodicha casa so hallaba un lando con todas las señales da ser un servicio alquilado aa precio prudente. Los trajes del cochero y del lacayo denunciaban medidas mas amplias que las da sus cuerpos; los caballos, con las cabezas algo doblegadas, demostraban una existencia nada exenta de fatigas; el correaje, embetunado a brochagorda. patentizaba el afán poco espléndido de gastos; y el coche, en fin, que era lo menos malo del tren, exhibía en su charolado alguno que otro agrietamiento, a manera de los del asfalto de aceras recocido por el sol de verano.

Vi, pues, que el lacayo so adelantaba a abrir la portezue!a, a la vez que inclinaba ante una familia formada por un matrimonio, ó cosa por el estilo, y por dos jóvenes.

El primero que apareció en la puerta de la casa fue el papa, caballero de patillas blancas y de aspecto altivo, que miró a uno y otro lado do la calle, volviéndose luego tranquilamente para dejar paso a su costilla, curvas trazas indicaban una persona satisfecha y elegante, y las dos niñas, sonrientes y nada feas, aunque un tanto tiesecillas y afectadas, a las cuales yo conocía de vista por su asistencia constante a teatros, paseos y espectáculos de toda clase, incluso funciones de iglesia y exposiciones artísticas.

Esta distinguidísima familia se acomodo en el carruaje, que tomó seguidamente una dirección reveladora de que iba a alternar en la habitual concurrencia al paseo de Ángel caído

Volví mis miradas a la casa de vidrio roto, y repare que una mujer de edad madura, la portera indudablemente, hacia un ademán especial de despedida al ya lejano vehículo, ademán que coincidía con el fruncimiento de las cejas y con un movimiento de alzar y bajar la cabeza: pero en aquel instante yo no podía interpretar en sentido desfavorable para la familia del coche la mímica de la portera, porque, dále que dále con el vidrio roto, pensaba en la necesidad de resolver mi estado de preocupación, aprovechando la circunstancia de hallarse desalquilado un piso segundo de la misma casa.

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Justicia y No Por Mi Casa

La Correspondencia de España 20 Enero 1892

Justicia y No Por Mi Casa

Correspondencia España Art CelsoYa no había motivo para apurarse. La cuestión entraba en vías de arreglo. La alegría se manifestaba en todos los rostros; La satisfacción rebosaba de todos los corazones. Liberales y conservadores, republicanos y carlistas, creyentes e incrédulos, optimistas o pesimistas se tendían espontáneamente y sinceramente la mano unos a otros: era, en fin, un día de inmenso júbilo para el país, porque se celebraba la primera sesión de los….

Imitando a ciertos novelistas, considero indispensable informar a los lectores acerca de los orígenes del suceso. Algún tiempo antes de la fecha a que me refiero, diversos síntomas sobrado significativos anunciaban la posibilidad de una catástrofe, si el pecho generoso de los ciudadanos impulsado por el enérgico aliento del gobierno no acudía con decisión y con urgencia al remedio de la difícil situación económica que sufríamos. Todo era entonces incertidumbre y confusión: unos pasos más, y el pánico, que empezaba apoderarse de las gentes, reduciría el desorden y el caos.

No sé quién ni en donde había asegurado que no existían verdaderos fundamentos para ese pánico; que sobraban recursos a la nación para dominar la crisis; que, en efecto, toda indisposición descuidada suele transformarse en grave enfermedad y sobrevenir la muerte, pero que aún nos hallábamos en estado de salvarnos, que para este objeto era necesario encontrar inmediatamente dinero, es decir, oro, por medio de un gran empréstito; que para asegurar el éxito de esta operación de crédito se hace indispensable entrar rápida y enérgicamente en el camino de las grandes economías, y que para todo ello se precisaban fortaleza, prestigio y valor en el gobierno.

Estas ideas habían llegado velozmente a todos los ámbitos del país e inculcado en los ánimos la pasión de las economías. En todas provincias habían celebrado reuniones públicas seguidas de imponentes manifestaciones: las corporaciones populares, las asociaciones y sociedades, los propietarios, los industriales y, en resumen, todas las gentes, en todas partes y por todos los medios, habían hecho pública ostentación del más acendrado patriotismo y de la mas sincera resolución de sacrificar los intereses de localidad y de clase al bien general.

Además, ¡ qué grandioso espectáculo! Se anhelaba dar al universo una prueba indudable, no solo de que los pueblos que quieren pueden, sino también que España es en el mundo la nación de mayores alientos.

Los habitantes en masa de las poblaciones capitales de provincia, universidad, de capitanía general, de diócesis y de audiencia, habían expresado su aubsoluta conformidad con las economías que todos los labios venían pregonando como salvadoras y solicitado que no se tuviese miramiento ni consideración alguna. ¡Economías, y caiga quien caiga! Salus populi etc…

La magistratura, con su seriedad característica, habías expuesto que sus miembros eran muy numerosos, que tocaba poco trabajo a cada uno y que existía en la nación un verdadero lujo de audiencias.

El ejército y la marina, con la mesura propia de corporaciones armadas, habían dicho que sobraban consejos, juntas consultivas, estado mayor general y otros gastos por el estilo.

El alto clero y los cabildos no quisieron quedarse atrás en tales demostraciones de patriotismo y manifestaron, hasta desde el púlpito (notable suceso fue), opiniones de índole parecida a las anteriormente apuntadas.

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