Celso García de la Riega

Biografía, Obras, Pinturas, Teorías y Artículos

Archivar para el mes “julio, 2012”

Sanjenjo

Articulo escrito por Celso García de la Riega en la «Ilustración Cantábrica» pagína 32 Tomo IV  el año es de 1882

Las poéticas riberas donde las rías bajas de Galicia ofrecen a los bañistas innumerables pueblecillos, colocados en las situaciones mas ventajosas para que aquellos olviden, durante el veranoo, la bulliciosa y agitada vida de las ciudades. Estos pueblecillos, que viven hoy tan sólo de la industria del mar, prosperan indudablemente el día que fáciles comunicaciones les hagan accesibles a las expediciones veraniegas del interior: sucederá con ellos lo que con los de Trouville, Deaville y otros puntos de la Bretaña y Normandía, escondidos antes en aquellas brumosas costas, y trasformados hoy en elegantes estaciones de baños.

El pueblo de Sanjenjo, en la ria de Pontevedra, es el único de la orilla derecha llamado a obtener próximo desarrollo, principalmente como punto de baños, en cuanto se hallen terminadas las lineas férreas del país y se concluya la carretera de diez a doce kilómetros que habrá de unirle a la capital de la provincia.

Su situación, en el suave repecho de una colina frondosa, a entrada de la ría, casi en pleno Océano, y en el centro de una ancha ensenada, es bellísima. El puerto tiene un corto malecón, que termina en derruido muelle y se halla formado por una pequeña lengua de tierra y arena, con un peñascal en su extremo: sobre este peñascal se hallan edificados dos o tres almacenes de salazón. Colocada una persona en ese centro de la lengua de tierra, ve hacia la derecha la extensa. y ancha playa en semicírculo que une aanjenjo con el pequeño caserío de Portonovo; y a la izquierda, el malecón citado, unas cuantas casas que baña la pleamar, y luégo una ,sucesión pequeñas playas encajadas entre arrecifes o peñascales, terminando en la punta o cabo de Festiñans. Todas estas playas a ambos lados de Sanjenjo, limpias, suaves y de finísima arena, parece que han sido creadas exprofeso para baños.

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Andaluces y Gallegos

Articulo escrito por Celso García de la Riega:  en La Ilustración Gallega y Asturiana Tomo III pag 15 y 16 no aparece el año pero puede estar entre finales del siglo XIX o principios del XX

ANDALUCES Y GALLEGOS

¿Que aficionado a las bellas letras pasa por delante de un escaparate de librería sin detenerse un momento a enterarse de los libros nuevos que se ofrecen a la venta? Aquellos volúmenes en fila tienen, para el literato, el mismo atractivo que una exposición de sombreros para la dama elegante, ó que los manjares tras el cristal de un restaurante para el gastronomo.

Obras de escritores nacionales y extranjeros, novelas, manuales científicos y de artes, almanaques y poesías de todo género, hallanse expuestos al publico sin mas orden que el precise para ocupar hueco en el escaparate; y la confusión de materias que resulta de tal colocación, inevitable y aun indispensable al vendedor que necesita exhibir los libros nuevos, obliga al literato ó al curioso a pasar revista a todos ellos, para escoger el que más le agrade o aquel cuyo contenido se halle en armonía con sus aficiones literarias ó científicas.

Pero no todos los que examinan las tiendas de libros lo hacen movidos por una de esas aficiones. Los que buscan lujosa encuadernación para adornar un mueble de gabinete; los que desean servir la reclamación que su esposa, hermana ó novia tienen hacia lecturas frívolas ó ligeras; los que toman el libro como simple pasatiempo ó recreo; los que se paran a contemplar una lamina, y, en fin, los que matan el tiempo curioseando los escaparates de todas las tiendas, constituyen generalmente el núcleo de los grupos que se forman ante las librerías.

¡A cuantos seduce el titulo llamativo de un libro que luego arrojan, desencantados, por la ventana! La mujer elegante ha lucido el sombrero, y el gastrónomo ha quedado satisfecho del manjar; pero el literato que para comprar un libro nuevo ha tornado por única guía su titulo, puede decirse, en la mayor parte de los casos, que ha echado el dinero a la calle. Llega afanoso á su casa, corta impaciente las dobladas paginas del volumen, lee sus primeras párrafos, y al poco rato se ve en la precisión de darle el mismo destino que el cura dio a la mayor parte de los libros favoritos de don Quijote; y la verdad es que tales chascos suceden con mucha frecuencia. Uno de ellos da ocasión al presente articulo. .

Con ese instinto de prudencia y de precaución innato en los hijos de Galicia (que algunas gentes llaman carácter desconfiado) resistí cuatro ó Cinco veces, al detenerme sin objeto, como tantos otros, ante una librería, ciertos impulsos de la voluntad que me arrastraban á adquirir un libro así titulado: Galería humorística. Colección escogida de cuentos, ocurrencias, etc., recogidos por Diógenes moderno ANDALUCES v GALLEGOS. Semejante titulo despertaba en alto grado mi atención y excitaba mi curiosidad; pero desistía de comprar el libro, temiendo, poseído de aquel citado instinto de precaución, que dicha obra fuera un género de comercio, y no un trabajo útil, conveniente y oportuno, literariamente considerado.

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Apoyo de un Académico a la Teoría Colón Español

Aparte de este apoyo a la tería del Colón español, por parte del señor José Alemany, en el primera carta hay un apoyo del Rector de la universidad centra, D. José Rodríguez Carracido, que asistió a la conferencia de 1898 en la Real Sociedad Geográfica de Madrid, que dio Celso García de la Riega el 20 de Diciembre de 1898.

Estos dos señores escriben sendas cartas al Señor D. Ramón marcote seguidor de la teoría Colón Español de Celso García de la Riega.

Hay otro apoyo académico que es el del señor Antonio Ballesteros Beretta, firmante del informe que realizo Real Academia de la Historia Española sobre los documentos aportados en el Libro «Colón Español» de Celso García de la Riega y que dijo:  Yo he visto los documentos dos veces una vez en Pontevedra y otra en Madrid en la Real Academia, y puedo decir que los que vi en Pontevedra no estaban manipulados y los de Madrid si estaban manipulados. Esta información aparece publicada en un periódico de la época y en el libro de Prudencio Otero Sánchez «España Patria de Colón».

Publicado en Coruña Moderna 1907:

D. Eduardo Lence Guitián, vecino de Mondoñedo y conocido escritor, se ha dirijido al presidente de la Academia GallegaSr, Martínez Murguia, manifestando que renuncia al cargo de académico correspondiente que lo había conferido el 12 de Enero de 1906.

Funda su renuncia en la irregular conducta observada por dicho presidente con el Dr Riguera Montero y por los ataques hechos a los escritores Sres D. Celso García de la Riega y D. Manuel r: Rodriguez

 

Una Infamia Más

 En la tarde del 24 del actual (Mayo 1917) celebró junta la Real Academia Gallega, á la cual asistieron muchos Académicos de número de la localidad y algunos de fuera, como el Sr. Maciñeira, que en estos días se encuentra en La Coruña.

Y terminado el despacho ordinario, en que se nombraron algunos socios. Correspondientes españoles y extranjeros, el ilustrado y notable paleógrafo D. Eladio Oviedo Arce, jefe del archivo de Galicia, presentó á la Corporación un admirable informe que por encargo de la Academia se le encomendara para esclarecer la genuina patria de Cristóbal Colón, ya que de algún tiempo á esta parte, y desde que el finado publicista don Celso García de la Riega editara su ingenioso libro, pretendiendo demostrar que el célebre nauta naciera en Pontevedra, siguió la leyenda apoderándose de esta versión, llegando la obsesión de algunas gentes y de no pocos periódicos regionales, el de opinar y aplaudir, sin ningún género de reservas, el atisbo feliz del escritor pontevedrés.

El Sr. Oviedo niega en absoluto el hecho, considerándole pura fantasía, según resulta de su magnífico estudio.

No sólo se apoya en el juicio que le mereció el ilustrado escritor del Cuerpo de archiveros-bibliotecarios D. Manuel Serrano Sanz, que á raíz de ver la luz la obra del Sr. García de la Riega la refutó, considerando falsos ó retocados todos los documentos pertenecientes al siglo XV que figuran en la misma, relativos al nacimiento de Colón -refutación que La Idea reprodujo entonces en sus columnas- sino que el Sr. Oviedo robustece opinión semejante, con su sentido práctico y erudición paleográfica, conceptuando también falsos ó retocados los cinco nuevos documentos que ahora han aparecido en Pontevedra, que hace tres meses le fueron consultados, confirmando que el retoque de estos últimos es de la misma mano que entendió en los anteriores, ó sea en varios de los trece que se publican en el libro del Sr. la Riega.

Como de los manuscritos del siglo XV parte la época y base del nacimiento de Colón -ya que ellos serían los que facilitarían las suficientes luces para confirmar el pueblo de su naturaleza- resultan adulterados por lo que respecta á los nombres de los antepasados ó ascendientes del almirante, es natural que no se les den la menor fe; y en cuanto á los del siglo XVI, si efectivamente concurre alguno legítimo, y otro mal interpretado, ninguna relación tienen con la tesis que quiera sustentarse de que Colón es gallego.

El Boletín de la Real Academia Gallega publicará pronto el informe de nuestro amigo Sr. Oviedo, y en su día habremos de reproducirlo en nuestras columnas, como hicimos con el de su compañero Sr. Serrano Sanz.

(De La Idea Moderna, diario de La Coruña, lunes 28 de Mayo de 1917.)

Si ustedes se fijan en la parte del texto que esta en cursiva, comprobarán que el Señor Oviedo y Arce dice: conceptuando también falsos ó retocados los cinco nuevos documentos que ahora han aparecido en Pontevedra, que hace tres meses le fueron consultados, confirmando que el retoque de estos últimos es de la misma mano que entendió en los anteriores

Este articulo es de Mayo 1917, D. Celso García de la Riega murio en Enero de 1914, por tanto pregunto ¿ Cómo es posible que diga que la misma mano que manipulo los nuevos documentos aparecidos en Pontevedra es la misma mano que manipulo los del libro Colón Español? si D. Celso llevaba 3 años muerto y estos nuevos documentos fueron encontrados después de muerto D. Celso García de la Riega.

Oviedo y Arce le llamo de todo a García de la Riega en el informe publicado por la Real Academia Gallega y le acuso directamente de manipulación, alteración, raspaduras.Etc en los documentos que se publicaron en su libro.

Juzguen ustedes con lo escrito por oviedo y Arce, creo que no hay nada más que decir

Articulo de Francisco Anaya «La Patria de Colón», Publicado en La Esfera

Descripción de Francisco Anaya de la entrevista con Casto Sampedro, aunque el no lo menciona, pero no puede ser otro y con Celso García de la Riega Quiñones y como reacciona ante la visión de los documentos que poseen uno y otro

Para leer hacer clic aquí Francisco Anaya

Un Erudito Digno de Ser Popular

Articulo escrito en la Esfera y firmado por Andrés González-Blanco

 

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Un Buque

Un Buque

Ilustración Cantábrica Tomo IV

Celso un buqueEntre los innumerables viajeros que cruzan los mares en todas direcciones,es seguro que muy pocos han hecho serias meditacio­nes acerca de los buques que les han trasportado y en que han permanecido más ó menos tiempo. Muchos de esos viajeros consideran el barco y sus pormenores con la curiosidad infantil y superficial con que se miran muchas cosas de este mundo, ó con el estupor que causa siempre aquello que, por falta de conocimien­tos en los observadores, se hace incomprensible para ellos por su magnitud ó por otras circunstancias; se ocupan, en primer lugar, de las comodidades que ofrece el buque, y luego, de la mejor manera de distraerse y de matar el tiempo, ya con la lectura y con el juego, ya con las bromas intentadas ó llevadas á cabo contra el más infeliz ó el más insoportable de los vecinos de á bordo; ora refiriendo proezas de amor, de riqueza ó de ingenio en la tie­rra de que les aparta el viento y el vapor; ora haciendo castillos en el aire y pregonando las grandezas que disfrutarán en el con­tinente ó país á que les acerca el buque.

La vida a bordo sería verdaderamente muy agradable, si no fueran hombres los que la hacen. Al entrar en un barco que va á emprender largo viaje de travesía, nos despojamos, al parecer, de nuestras pasiones. Levadas anclas, el sentimiento de la frater­nidad se despierta y se desarrolla entre los viajeros; perdida de vista la tierra, ya se miran unos á otros como antiguos conocidos. Ciertas etiquetas terrestres desaparecen; el general, el banquero, el propietario, el alto funcionario, se confunden y codean espontáneamente con el alférez, con el modesto viajante de comercio, con el empleado subalterno ó el cesante. ¿A qué obedece este edificante, pero momentáneo cambio? ¿A un sentimiento noble y sincero, á la necesidad de pasatiempos sociales, al egoísmo? El pensamiento de que todos los viajeros van á correr iguales peligros, ¿es el que obliga a deponer su orgullo a los unos, su humildad a los otros?

He calificado de momentáneo semejante cambio, y, en efecto, lo es… desgraciadamente, porque nada me parece tan bello y tan agradable como la fraternal amabilidad que reina á bordo durante los primeros días del viaje. Llega uno a creer que Adán y Eva no cometieron el pecado original, y que su descendencia no sufre el funesto castigo que Dios le impuso para purgar aquella falta.

Los viajeros guardan entre sí toda clase de espontáneas atenciones; se comunican con dulce franqueza sus impresiones acerca del mar, del tiempo, de la marcha del buque; se hacen mutuos ofre­cimientos, organizan inocentes diversiones y recreos. Hé aquí los hombres buenos y amables; no se hallan, sin embargo, en estado primitivo, ó por lo menos patriarcal. ¡Parece mentira! Son civiliza­dos, y trátanse, no obstante, como hermanos, exentos de ambicio­nes y de rencores. Este es el momento de bendecirles, de afirmar su moral superioridad en todos los seres de la creación, y de no molestarles con los preceptos de una Constitución política.

¡Linda ilusión! El autor del milagro es el inconsciente disimu­lo de nuestras flaquezas; entretanto, las pasiones se aprestan para el combate en el interior del pecho, estudiando los puntos vulne­rables del prójimo, midiendo las fuerzas respectivas y esperando, sin duda, á que desaparezca de entre los viajeros el sentimiento de fraternidad, que por cierto se desvanece tan pronto como ad­quieren alguna confianza y dan al olvido los pensamientos de te­mor originados por la fragilidad del barco, quizás juguete un dia de las terribles veleidades del inmenso mar. No recuerdo quién ha dicho que un buque es un mundo en pequeño: faltóle no más añadir que en aquel reducido escenario las pasiones estallan con mayor fuerza y son más temibles que en medio de la sociedad. Presto se cansan del forzado quietismo y sienten absoluta pre­cisión de demostrar que para algo existen en el pecho de los mortales.

El marido desconfiado no consigue ya ocultar los chispazos de su celoso instinto; los solteros ejercen su profesion de galantes y decidores, y extreman su amabilidad, sus atenciones y miradas con casadas y solteras, entre las cuales se forma divertidísimo enredo de chismes y de pequeñas envidias, manantial de escenas cómicas y serias; el charlatán político ó el arbitrista financiero logran un corro de oyentes y encuentran adversarios y polemis­tas. Empiezan luego las bromas y se aplican sobrenombres ó mo­tes: el inocente juego del tute, pasando por los de tresillo, trein­ta y una, siete y media, etc., se trasforma en el de banca frené­tica y subrepticia. Algún matrimonio ó individuo ven llegada la ocasión de darse tono ó aire de pertenecer al gran mundo ó alta sociedad, cosa que jamas han logrado en tierra. Sobran viajeros que censuran siempre las comidas de á bordo, para demostrar que se hallan acostumbrados á otras excelencias, por más que se ven frecuentemente en mil apuros para acometer ciertos platos, que, en conclusión, rechazan por no conocerlos.

Con todos estos elementos y detalles se originan variados incidentes, que muchas veces litigan á formar una atmósfera tempestuosa: menudean luego los relámpagos y estalla algún trueno. Es indudable que una larga permanencia á bordo concluye por atacar los nervios de la mayor parte de los viajeros; siéntense febriles impaciencias, sensibles y extremadas irascibilidades. Pare­ce que algún doctor Ox hace experimentos.

Mas… perdónenme los lectores de La Ilustración Cantabrica, y abandonaré esta clase de consideraciones, porque no me propuse escribir una disertación moral ó crítica sobre la vida de á bordo.

Al principiar este artículo, he indicado que son pocos los viajeros que meditan seriamente acerca del buque que les trasporta; y sin embargo, merece atentísima reflexión máquina tan extraor­dinaria, resultado de una complicación de penosos estudios, de re­petidos ensayos, de providenciales casualidades y de esfuerzos de todas clases.

Un buque se construye en poco tiempo: una fórmula trigonométrica es la base de los planos. Varias ciencias y artes tienen participación en la magnífica obra: por fin se bota el barco al agua, se mece gallardamente, presintiendo la importancia de su futuro destino; vienen luego o.tras ciencias y artes á apoderarse de él, á concluirle y á llevarle por los Océanos. Ya está en me­dio del mar, ya es ocasión de observarle.

Dentro de su casco hay una poderosa inteligencia, que arrancó á la naturaleza sorprendentes secretos: el hercúleo vapor vence al contrario viento; la misteriosa brújula señala, entre las tinieblas, certera derrota; la maravillosa electricidad ha galvanizado todo el hierro de la obra muerta, y le preserva de la destructora humedad; el ingenioso cronómetro mide el tiempo, y el sencillo timón domina toda aquella mole. En el interior de ésta apercibese un organismo completo en actividad, con cerebro, músculos, nervios y aparato respiratorio: palpita el movimiento, siéntense la circulación de la fuerza y las impotentes convulsiones de la resistencia. De cuando en cuando recorren el buque, desde un ex­tremo al otro, fuertes estremecimientos, como si se asombrara de lo portentoso de sus funciones; y allá, sobre el estrecho y alto puente, un átomo, el hombre, con una sola palabra, obliga al monstruo á orzar, á arribar, á virar, á caminar más á prisa ó á detenerse. La inmensidad sobre que se mueve es digno circo para semejante gladiador.

Para llegar á esta dominación, ¡cuánto ha tenido que trabajar el hombre! Desde el tronco de que el salvaje fabrica su canoa, hasta el Leviatan, ¡cuántas vigilias, cuántos estudios, cuántas exis­tencias, cuántos años se han empleado en completar la obra! ¿En completarla?… Aún falta mucho para ello: no obstante, el siglo actual debe enorgullecerse.

Si se examina detenidamente el buque, cámara por cámara, departamento por departamento, hay materia para varios volúme­nes dedicados á una sola tarea: la de ensalzar la inteligencia y la actividad humanas. Todas las industrias, todas las artes, tienen allí su representación. Desde el carbón arrancado á las entrañas de la tierra hasta la harina que nos prodiga su fecunda corteza; desde la extensa lona que hincha el viento, hasta el artístico cristal que adorna la primera cámara; desde el cabestrante que suspende las pesadas ancla, hasta el sextante que mide la altura del sol sobre el horizonte;desde el bauprés hasta le hélice; desde el tope de hasta el fondo de la sentina, todo lo que contiene el barco es lo que es, lo que alcanza, lo que puede la inteligencia del hombre, de la cual es fórmula adecuada un buque en medio del Océano.

Camina majestuosamente y sin balanceo por la sosegada llanura; la noche es serena y tranquila, las constelaciones retrátanse en el liquido cristal, turbados sólo sus reflejos por la blanca estela; ningún ruido viene del exterior, y el horizonte se confunde con el cielo. Parece entonces que el conjunto de infinitos mundos rinde, en su más arrobadora soledad, en su más imponente silen­cio, justo tributo y debido homenaje á la inteligencia de esta pe­queña tierra, que se cree figurar dignamente en medio de tantos y tan espléndidos astros.

Cúbrese el cielo con espesas nubes; desencadénase el viento en violentas ráfagas; agítase el mar, y las encrespadas olas caen con estruendo sobre los costados y la cubierta del buque; entábla­se el terrible combate, en el cual es vencido muchas veces, pero del que resulta casi siempre vencedor, y sigue su rumbo, dejan­do detrás la tempestad, que refunfuña avergonzada. El hombre es el héroe, y su cerebro ha hecho todo eso.

La contemplación de un buque de nuestros días llena el ánimo de legítimo orgullo. Sonreímos involuntariamente de lástima al acordarnos del famoso Argonauta y de su mísero viaje á la Cólquida, cantado en los antiguos poemas épicos; de las romanas triremes y de las galeras venecianas, que sólo se apartaron de las costas cuando se descubrió ó importó á Europa la brújula; admi­ramos luego el recuerdo de Colon, de Elcano, de Magallanes, de Cook y de La Perouse; aplaudimos en seguida á Fulton y nos extasiamos ante nuestros barcos. Pero faltan todavía más eslabones en esta magnífica cadena del progreso; divisamos un más allá, adivinamos un porvenir tan asombroso como incomprensi­ble hoy para nosotros, el dia en que la quietud perfecta reempla­ce á los molestos balances y en que la electricidad sustituya al vapor en buques como la Numancia, de nuestra marina de guer­ra, ó como el Alfonso XII, de la compañía trasatlántica. Des­pués… ¡Quién sabe!… ¿Llegará este progreso á un término?

Al través de treinta siglos, compadecemos hoy á ios tripulantes del Argonauta. ¿se reirán de las presentes generaciones los hombres del siglo XX? ¡Es muy probable!

                                   Celso García de la Riega

Articulo Prensa sobre los Mayos en Pontevedra

 Los notables artículos de los señores Alvarez de la Braña y Lopez de soto, sobre la tradicional. costumbre de los mayos,me han inspirado el propósito de agregar á tan curiosos trabajos unas cuantas observaciones que considero pertinentes al asunto y que pudieran, ya que no completar, por lo menos amenizar el conjunto de noticias y recuerdos descritos por aquellos dos ilustrados hijos de pontevedra.
Dentro de la brevedad indispensable, me permitiré empezar con una digresión: declaro que me parece muy fantástica la teoría de que los población antigua de Galicia era de raza celta, pues creo que carece de fundamentos sólidos. Los monumentos megalitos, los castros, los tercetos del pandero, las raíces lingüísticas del sánscrito, etc, no eran peculiares de los celtas. Los escritores clásicos, griegos y romanos, solo señalan en Galicia unas cuantas tribus célticas, no de celtas, que es una cosa diversa.
Los belgas, celtas puros, no conocían el druismo, según Julio Cesar, mientras que los Silures británicos, que no eran celtas, tenían esa institución civil-religiosa: no hay escritor alguno que mención el druismo en Galicia, ni ha existido el más leve indicio de él en nuestro país. Sabios filólogos como Humboldt, d´Árbois de Joubainville y otros, afirman que la toponimia gallega es principalmente vasco-ibérica y no céltica. Las leyendas de las monedas galaicas, anteriores a la época romana, no ofrecen signo alguno céltico y pertenecen á lenguas ibéricas; y claro es que los galaicos no habrían de grabar en sus monedas letras y lenguaje distintos de los propios. Por último, á pesar de tantas y tan altisonantes afirmaciones celtistas, nadie, absolutamente nadie, ha demostrado que en nuestra lengua haya el menor elemento celta; por le contrario, entre otros importantes datos, merece el siguiente: cuando se formó al idioma galaico acomodándose al molde latino, echó mano de las consonantes ñ,ll y ch, que no tenían las lenguas celtas, ni la árabe, la goda, la sueva, la latina, la cartaginesa, la griega y la fenecía.

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Historia de una Canallada VI y Último

  El Diario de Pontevedra      -Lunes 31 de Diciembre de 1928-

Los Documentos Sobre Colón

En carta que publica el «Faro de Vigo» del 28 del actual, nos demuestra el señor Sampedro la ofuscación de ánimo que padece, pues en ella hace caso omiso de la serenidad de espiritu, corrección y consideración individual, que constituyen los elementos necesarios para que toda persona sensata y culta pueda discutir cualquier hecho sin llegar al agravio personal.

El Sr. Sampedro, en todos sus escritos, se dedica a combatir y censurar al autor de «Colón Español», empleando argumentos capciosos, sin tener en cuenta que el único que podría contestar  categórica y firmemente sus argumentos, había fallecido a poco tiempo de publicar su libro. No hay duda que la lucidez de la inteligencia del Sr. Sampedro se ha modificado bastante con la edad. En vista de esto, compadecemos a don Casto y nos inspira lástima.
Este señor dice que tengo la culpa de la polémica que sobre Colón se sostiene en el «Faro». Nueva ofuscación de don Casto. Entonces, según él yo debía callarme y quedar encantado de que la Academia de la Historia emitiese un informe sobre unos documentos que no había examinado ni tenido en su poder.
Esta circunstancia fue causa de la carta que publiqué en el Diario de Pontevedra el 5 de Noviembre en el cual me ratifico y a ella me atengo, que si alguno se da por aludido es porque en conciencia le duele, que el que la tiene limpia no le da importancia a las apreciaciones que se hagan respecto a los demás.

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Historia de una canallada V

 FARO DE VIGO Sábado 29 de Diciembre de 1928

Una Carta

La Nacionalidad de Colón

Señor Director de el Faro de Vigo.

Muy señor mío: Acabo de leer en su número de día de hoy (28/12/1928) una carta del señor Casto Sampedro, en que me alude y según me aseguran ya lo hizo en números anteriores.

Ruego a V. que haga el obsequio de insertar la contestación, que una sola vez tengo de darle a aquel señor, pues necesito mi tiempo para emplearlo en asuntos particulares y en algo de más importancia que las cuestiones de amor propio de si fue él, o el señor García de la Riega o el señor Castiñeiras; el primero que sustentó y planteó la idea de si Colón fué genovés o español.

Muy agradecido de antemano por la inserción que solicito de V. salúdole con la consideración más distinguida su afectísimo

Prudencio Otero Sánchez

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